lo mejor de lo mejor que te trae el ser madre

Escribo este post para Alicia, casi mamá que me lee y me ve, con razón, muy quejica.
Lo escribo tecleando solo con la mano derecha porque la izquierda, y todo el resto del brazo, me la tiene ocupada Marti, que se ha vuelto a dormir en mi regazo tras mordisquear una loncha de jamón y comer cuatro granos de arroz, febril y agotada, con un virus intestinal asqueroso que no nos deja en paz.

Nunca  me hubiera imaginado escribiendo así, con un cachorro abrazado a mí, que me aferra como si no hubiera otro refugio más seguro.
O si me imaginé no llegué a soñar que fuera algo tan bonito y tan pleno.

selfie superpower. casi subo la del pañal diarreico que le he mandado a la pediatra

Me dice Alicia que escriba un día sobre esos efectos maravillosos de la maternidad (sea en el cutis o en el karma o en las destrezas dactilográficas) y yo creo que son tantos, tan preciosos y tan míos, que no caben en un post, ni en un blog entero.
Escribo solo cinco para alentaros a que me contéis los efectos en vosotros, si os apetece claro.

1) nada nada nada suena igual que el primero (y cada uno de los siguientes) "te quiero, mamá" de tus hijos. Nada hace que se te ponga a bailar el corazón, que te cosquilleen las tripas y se disipen los malos humores como eso. Es magia. Las primeras carcajadas, las primeras cosquillas, la primera sonrisa intencional... son un alucine bestial, pero esos "te quiero".... No hay parangón. Ni con los te quiero de tus padres, ni los de tu pareja (si se estira con el tema), ni con nada. Es como si de pronto te dieran un empujón hasta las estrellas y todo el universo se pusiera a bailar claqué más coordinada y maravillosamente que en un musical de Fred Astaire.

2) Nadie, nadie, nadie, nadie a quien quieras, puede llegar a suponer un justificante tan valioso e irrunciable para entregarse al hedonismo, a la belleza y a la delicia de estar vivo: al placer y a la alegría. Me explico. Opción 1) cosquillas. Opción 2 y 200 siguientes) ordenar la casa, planchar, ir al súper, barrer debajo de la cama que hace un mes, ponerme con esa entrega maldita, cambiar la bolsa del cubo de pañales (sí, ese cubo), regar las plantas, pobres... Si las cosquillas quien te las pide es tu hijo, opción 1 de cabeza.
Opción a)  liarla parda en la cocina preparando galletas para el cole  Opción resto del abecedario en lenguas latinas, cirílicas y griego antiguo) todo el marasmo de obligaciones rollo vinculadas a ser madre curranta y freelance... ¡que son para el cole¡¡¡ A cocinar galletas

3) Nadie te inyecta las ganas de aprender, curiosear, investigar y ser mejor que un hijo... desde las costumbres de los caracoles hasta los efectos de la tachipirina, de lo que hay que plantar en un jardín, a la mitología, de un idioma que no es nuestro o las letras imposibles del Zecchino d'oro, a los nombres de cada uno de los pájaros autóctonos. Nada te hace querer crecer, como lo hace un hijo (esto me hace pensar en el libro de Naomi Aldort que no fui capaz de terminar...) De nadie, y por nadie, se aprende tanto, creo yo

4) Tampoco nadie va a ser de una manera tan bestial y a veces tan cruda, un espejo con lupa de aumento de lo que eres, lo cutre que eres a veces y lo fuerte y estupendo que puedes llegar a ser. No recuerdo dónde lo leí, pero es así totalmente. Los hijos nos ponen cara a cara con nosotros mismos. Y algunas cosas no molan. Aunque mole mejorarlas y aprender.

5) Nada va a hacerte valorar tanto lo bueno: la salud, la tranquilidad, el bien dormir, el ocio, los amigos, el sol o los fines de semana. Nada va a hacerte pensar tan agudamente que el tiempo pasa, casi siempre, condenadamente rápido.


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