El Parto Garbanzo (2): Paritorio time

Llegué a paritorio más feliz que una perdiz. Eran las 2pm de la tarde, más o menos. Mi matrona, que de verdad fue un sol, me preguntó si quería enema (SÏ!) y si me pondría epidural. Aquí dudé, dolía un congo pero si era mejor para los bebés paría a pelo cual leona de antaño. La matrona me dijo que como viera pero que ella se la pondría, que me podían poner muy poquita, que la gran mayoría de mujeres se la ponían.

Trae toda la que tengas entonces, me la esnifo si hace falta.

Hubo que esperar un poco al anestesista porque estaba en mil historias y yo dije que prisa, lo que es prisa, tampoco tenía (mentí, cual bellaca). La combinación de enema más contracciones me pareció lo más. Urf



Pero una vez convenientemente chutada (el pinchazo en la columna no duele lo más mínimo, hay que estarse muy quietecita, doblar la espalda sobre la almohada y ni te enteras) la vida me pareció de otro color. Whatsappeaba y todo promoviendo la canonización de San Epiduralio... ay, qué maravilla de droga!

Pero, como suele pasar, la dinámica se ralentizó un poquito. Las contracciones eran menos intensas y los peques seguían que no paraban, que se iba el monitor cada dos por tres. A mi nena, entonces, se lo clavaron en la cabecita, como una antenita (ay, pobre peque) y era el bebé quien hacía penar a las matronas porque el foco (su corazoncito) lo mismo estaba a la izquierda, que a la derecha, que arriba... ¡menudas ganas de jarana!

La epidural no es infinita... se va pasando... y mientras el amore grababa vídeos del paritorio (tal cual, juro que esto es cierto), enviaba fotos de mis caretos a mi hermana y padres (de esto no me enteré del todo, pero clama venganza) me alentaba a respirar (qué manía, se llevó algún improperio de parturienta posesa por el dolor), y me daba un regalito delicioso que había comprado a los bebés para su primer día de vida (por esto le perdono el testimonio gráfico de mis contracciones)... yo iba dilatando y dilatando... o eso parecía.

Y a las seis, una gine muy jovencita (gracias, Tatiana) me dio la buena noticia. ¡Dilatación completa! En nada empiezas a empujar!

Ohhh, emoción! Pero espera... que en las clases de parto yo nunca probaba los pujos porque lo mío era cesárea segura, que lo mismo no iba a saber... Pero se sabe. Básicamente la misma dinámica que en cada visita estreñía al señor Roca.

Me encantó que gines y matronas me animaban mucho. "Lo haces muy bien, mueves al bebé estupendamente"·. Y yo feliz porque mi marido estuviera acompañándome en ese momento y con muchas ganas de conocer, por fin, a los gamusinos.

Llegó una gine adjunta, rubia, súper profesional, delgada y algo seria (no recuerdo el nombre, pero gracias también). Me preguntó qué tal iba. Le dije que sentía que mis bajos no me pertenecían y ella dijo que mejor, que ya iba a sentir la pertenencia bien cuando hubiera terminado todo. Ella pidió un pH (lo explica genial isipisi en los comentarios de este post) porque le parecía que el corazón de garbancita se había puesto un poco taquicárdico, pero el pH salió perfecto, así que podía seguir empujando un rato, sacando a mis peques de allí. mientras las matronas preparaban sus muditas, el oxígeno, la lamparita para el test de Agbar ¡ay, qué felicidad!

¿Podía seguir a mi ritmo tan cuqui en paritorio? Pues no del todo...

A los 10 minutos, ignoro por qué, de una manera súbita y desconcertante para mí, sin mucha explicación, la gine adjunta decretó que nos trasladábamos a quirófano, que era un parto demasiado arriesgado para completarlo en paritorio y que mi marido se quedaba fuera (afortunadamente no mis gafas, que Pilar -mi amuleto- defendió con uñas y dientes). Pilar intentó convencer a la gine, a Tatiana la tenía convencida, pero la adjunta dijo que nanay.

Y la verdad, al final, Sra Adjunta acabó teniendo más razón que un santo.

Pero esto mañana os lo cuento, que me quedan post infinitos y el koalita y el gorrión ya empiezan a hacer ruiditos de ¡Ma-má! ¡Queremos teta ya!