Las dichas del puerperio: post quejica

Vaya por adelantado una nota preliminar: no hay nada más bonito en el mundo que ser madre, ni nada más achuchable, tierno y amoroso que un bebito recién nacido, nada más dulce que su olor a leche, y nada más suave que su piel peluchosa. Yo tendría cincuenta, si pudiera. En serio. Tendría más. Veremos si Dios quiere.

Así y todo, el puerperio es, a mi juicio, una etapa durilla (dura sin diminutivos, qué leches, ¿cómo pueden ser blandos 40 días de regla?) dura en el terreno puramente físico... a eso se suma que puedas volverte un poco tarambana con las hormonas, que llores de felicidad o agotamiento cada dos por tres y que, en suma, te sientas como que eres una especie de versión de ti misma un poco defectuosa. Yo no he tenido depre post parto, pero a ratos me encuentro bastante hecha kaka y mantengo la compostura a base de paracetamoles cada ocho horas. Os enuncio mis achaques, de arriba a abajo, que veáis lo quejica que soy:

- Alopecia incipiente: esto no duele. Está claro. Pero ver cómo tu pelo Pantene se cae a mechones y te encuentras pelajos entre las lorcillas de tu delicioso bebé mina un poco la autoestima.

- Dolorazo de espalda. Seguramente es porque sigo siendo una torpe con esto de la lactancia (ya os contaré mis cuitas), no dejo de reconocer que es culpa mía y solo mía, pero las paso canutas.

- Cansancio. Supongo que tendrá que ver con la anemia. Y que soy tonta y se me olvida siempre tomarme el hierro.

- Entuertos. la versión post de las contracciones, implica que tu útero se está contrayendo para volver a su antiguo ser. Duele. No como un parto. Obvio. Pero duele.

- Bajos. Aquí no me voy a entretener que es poco bonito. Afortunadamente esta vez no tuve episiotomía (ni me saltó empujando mi odioso carrito gemelar Jané) sino apenas dos o tres puntos de un desgarrito. Esto no molesta mucho. Molesta un pelín unos pocos días. Lo que es tremendo es la otra muy probable consecuencia de un parto vaginal, consecuencia que sufren muchas mujeres. En silencio o no.

- Piernas. Esta vez no retuve líquido (en el parto de los mellis pasé como 10 días con las piernas elefantiásicas, que a duras penas conseguí meter en las botas que sabiamente había llevado al hospi) pero he ganado, ineluctablemente, nuevas varices (pese a la heparina) y piel de naranja como para donar (pero eso por gordopila y por no hacer la dieta)

Otro día hablamos de la privación de sueño... mucho más light con garbanzuela III, que es una bendita y duerme entre toma y toma por las noches. Dos, tres, incluso más horas con Morfeo. Niña maravillosa! -con los mellis esto era lo más duro, ellos nunca dormían a la vez, prácticamente nunca, las tomas dobles de lactancia mixta se juntaban unas con otras y a veces empezaba el día -eso decía el reloj, yo vivía en un contínuo- pensando que no podía apenas mantenerme en pie. Fue tremendo. Os juro que conté que los primeros 10 días de vida de los canijos dormí hora y media. Y luego dejé de contar. Tal era mi desconsuelo. Y mi cansancio.

Otro día hablamos del aspecto físico y esos kilos puñeteros y todo el daño que han hecho los ángeles de Victoria´s Secret, desfilando a tres días de parir...

Otro día hablamos de lo que queráis, pero tengo la cocina que da miedo, y una lavadora por tender, y mi dragoncito empieza a hacer gorgoritos de teta... así que aquí lo dejo por hoy.