De vuelta de las vacaciones

Hubo un tiempo en que la dicha del verano se medía por los grados de moreno entre la piel desnuda y las pudendas del bajobañador. Hoy, día primero de la estación de las lavadoras, día primero de las post (breves) vacaciones, intuyo que mis canas indomables, mi entrecejo embravecido, las canillas mal rasuradas y ese conato de bigote a lo Frida Kalho vocean a los cuatro vientos que, corriendo sin parar tras tres churumbeles, no he tenido ni un segundo para adecentarme..

Espero que hayas recargado pilas... me augura algún mensaje bienintencionado por whatsapp. Pues no. Puedo decir sin asomo de vacilación que estas han sido, hasta la fecha, las vacaciones más extenuantes de mi vida. Y que, en la medida en que no ha pasado un minuto en que no tuviera de uno a tres lechones colgando del cuello o de la teta (no, no tengo sponsors para las libranzas de hijos), he acabado al borde de la embolia y la locura.

Y, con todo, de justicia es decirlo, esos lechones, mis hijos (y también mi familia que he podido ver después de tanto tiempo) me han regalado momentos de increíble belleza. Recuerdos que quizás ellos no conservarán (así de caprichosa y volatil es la memoria infantil), pero que yo sí quiero quedarme. Así que borro los estreses, la ansiedad, el pánico a las piscinas sin cercado, las meadas accidentales (que realmente no importan nada), las horas infinitas de embarco y desembarco de un ferry que tarda 20 horas en hacer el trayecto Roma-Barcelona, las llantinas en el coche y el sempiterno dolor de brazos (mis brazos) y riñones. Y me quedo con diez instantes de felicidad plena. A saber:

1- Las caras de fascinación de los peques desde el obló de nuestro camarote. Su maravillosa curiosidad para enseñarme los faros, la luna, los barcos, el muelle, las grúas, la luna, los pulpos, la luna, las boyas, los peces, la luna... y sobre todo, además de la luna, las preciosas estrellas que dibuja el sol en la estela que va dejando la nave en el agua.

2- Las risas de Mía y Andres saltado olas en Blanes, bromeando con el mar, pidiendome que abordásemos la orilla a caballito, riendo con esa risa de un millón de mariposas, o pececillos, sueltos.

3- El juego de la zapatilla de Andrés el primer día que nos quedamos él y yo a solas en la piscina del Stella Maris, esas carcajadas suyas mientras me lanzaba sus zapatos al agua y me pedía que bucease a cogerlos

4- Las volteretas en la playa de Mía la tarde que estaba nublado y acabo lloviendo,,. sus "ancora" repetidos un trillón de veces para que la ayudase a hacer malabarismos y saltos y cabriolas. Creo que nuestra tercera tarde en la Costa Brava fue de las más bellas del viaje.

5- La caza de tesoros en el mercadillo baratejo después de una cena accidentada, lluviosa y poco sonreidora... el encuentro de Andrés con su amado "serpente" y la elección de Mía de sus dos anillos "gialli", para lo cual se probó todos los anillos a un euro de la tienda, en esa manita suya amorosa y mordisqueable.

6- La amistad de Mía, y sobre todo de Andrés, con Nonno Paco, cazador de lumacas, descubridor de salamanquesas, constructor de casitas para pájaros, luchador con cojines de sofá... te echo de menos infinito, papá, ya podrías acercarte a vernos.

7- El pranzo de Pío, o la merienda, que suministramos aquí los canijos y servidora (incluido Diego, que se nos unió) a los gorriones, palomas y volátiles del Retiro, que se zamparon el paquete entero de Tostarricas, para posterior contrariedad de papá... pero estaban tan lindos los peques, tan absortos en los pajaritos, tan solítos y tan dulces que pensé que paquetes de galletas se podían comprar en cualquier parte.

8- El sábado de barbacoa en familia, toda la familia, todos tranquilos, todos zampando como si no hubiera un mañana, todos felices más o menos, todos jugando con los peques en la piscina, con la barca de mi hermano, con las pompas, con la felicidad de un agosto sereno. Con mi hermana Carola a la que he visto demasiado poco y mi madre, mi padre, mis tíos, mi prima, mi hermana Marta y mi hermano y consorte. El sábado 14 ha sido otro de esos momentos felices felices de las vacaciones.

9- El paseo por El Escorial, sobre todo las carreras por el patio del monasterio, acechando charcos, riendo y riendo, con caras llenas de sol.

10- Los desayunos de Marti, comedora de fruta donde las haya, cada vez más gruñona cuando se la contraría, aún no decidida a caminar sin manita, pero tan risueña siempre, tan disfrutona, tan cómplice, tan mimosa, que uno debería dar las gracias por su existencia cada segundo.

Podría subrayar y apresar más instantes pero le dejo el resto del curro a Instagram. Gracias, mis peques, por vuestra paciencia, por vuestra dulzura, vuestra curiosidad y vuestro amor. Espero y prometo hacerlo mejor las próximas vacaciones (y este otoño que empieza)