La ineluctabilidad entrópica de los juguetes

Entrópica, dice la RAE, perteneciente o relativo a la entropía. Y entropía (segunda acepción) "medida del desorden de un sistema".
Ineluctabilidad: "cualidad de ineluctable". E Ineluctable, primera y única acepción: "dicho de una cosa: contra la cual no puede lucharse".
En otras palabras: mi casa es un puto caos.





No hay quien adecente este marasmo; esta orgía de posesiones multicolor está abocada a la vorágine, vivo rodeada de desorden, confusión y desconcierto. En ocasiones me parece merodear -agárrense, señoras- por un poblado chabolista o una pocilga... ¿La causa? Un mix de mi pereza, hartazgo, debilidad flaqueras... y la cantidad de cachivaches que mi prole posee para sus desfogues lúdicos.

Hubo un tiempo en que pretendí poner en orden sus juguetes. Casi puede decirse que disfrutaba agrupando las 30 piezas coloridas y desiguales de sus construcciones de madera Grimms (30 fueron meses ha), enhebrando en su palitroque amarillo los cinco aros arcoiris de su tentetieso Fisher Price; reuniendo el elefantito, el hipopótamo y el cocodrilo cabezones apilables, avecinando los libritos de tela (tan cuqui el de Imaginarium con el monito del espejo, tan amoroso el de los animales marinos, tan rico el del gorila excursionista, el del baño en el zoo, el de los números, el de los sonidos, el de los pelajes de la fauna del mundo...)

Disfruba juntando de un lado los cacharritos de cocina, de otro las plastidecor, de otro los peluches que empezaron a reproducirse con el frenesí de una camada de conejos hasta las trancas de viagra.

Pero pasaron tres Navidades, tres cumpleaños (más uno de Marti), cinco colecciones de cromos o similares (la de Elsa, la de Peppa, la de Daniel Tiger, la de Pets, la del súper de los monigotes de Pixar...)... Pasaron doscientas visitas de familiares y amigos generosos, infinite coccole de la tía Annabela, 437 huevos kinder, un par de donaciones (gentilísimas no lo dudo pero no tanto bienvenidas) de amigos con hijas mayores... y el plantel de juegos se hizo ingobernable, mal que le pese a mis ínfulas montessorianas.

Porque, a entre 36 y 154 piezas el puzzle, a entre 54 y 200 módulos la caja de Lego (o peor, aún, las construcciones gigantes de cartón de Giggi)... quién es el guapo que lidia con esto y permanece indemne.

Así que a la vez que se multiplicaban los animalitos de trapo (el gato Natalio, el cucciolo carino, lupetto, Lavarone, la rana Mattía, la lumaca de los ojos de estrella, los perritos Bimba y Giallo, los pájaros pelota, Mickey, Pippo, la vaca rechoncha... y toda la banda) y casi procreaban las muñecas de plástico (entre la colección de Ben y Holly, la de la granja, la de los perritos, la de los pingüinos que cambian de color, la de la selva...) y mientras las mellizas Lala y Lola se convertían primero en trillizas (con lili) y después en cuatrillizas (con Lulu) y ya han formado el quintento con la incorporación prenavideña de Lala Dúe... fueron floreciendo por toda la casa cajones de cartón o de tela o de madera gigantes... cajones que así recién comprados eran bonitos (como el camión de bomberos de la Feltrinelli) y que a la semana parecían la caja de mudanzas de una casa okupa, todos pintarrajeados, descabalados o rotos.

Por no hablar del Pongo, la plastilina local, que une a su irresistible fascinación (fascinación que comparto) su capacidad casi milagrosa para colarse por cada rincón de la casa, y aparecer pegoteado no solo en las suelas de los zapatos y zapatillas, sino en rodillas, sudaderas, pijamas y calcetines, fundas del sofá, toallas y lo que haga falta... Bendito pongo que nos alegras tantas tardes.

O por no hablar de la omnipresencia de los recortes de goma Eva, ahora maximizada hasta lo inverosimilir de la mano de las afanosas troqueladoras de estrellitas y mariposas.


A veces me perturba este jaleo, a veces piso un juguete especialmente asesino y se me apilan en los dientes apretados las blasfemias, a veces encargo compulsivamente mantas de esas para hacer atillos de juguetes desperdigados del aliexpres (esta: para hacer 'tojuntos' de Elsas, con disfraces, con cebras de plástico, con cacharritos), y pese a todo, a veces me encuentro un juguete debajo del aparador de la cocina, en el pasillo, subido al tendedero o escapado hasta detrás del bidé... y me da por sonreir. Hasta ahí llega mi majaretez

Comentarios

  1. ajajjaaj tienes que incluir una foto de la chabola en un momento algido! :)
    Yo suelo decir que si un dia viene un ladron da media vuelta porque cree que por la casa ya han pasado antes! :P
    Por cierto.. gracias por la bolsa de alliexpress, me la apunto!

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    Respuestas
    1. sería una foto de dar vergüenza ajena... es too much lo del desorden en esta casa

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