matemática postparto... guerra con la báscula

Odio mucho a las mamás famosas. Bueno, no a todas (a Paula Echevarría, por ejemplo, la perdono y a Tania Llasera). Odio a las mamás famosas buenorras. Esas que, recién paridas, se van a desfilar en paños menores o que así, como quien no quiere la cosa, muestran su estupendez, su vientre firme y tonificado, su cinturita aleve y sus sólidas caderas. Odio a esas. Las cañonas. Por hacernos creer que es normal estar hecha una modelo según se sale de la clínica y añadir cargas extra a nuestras majareteces y neuras mil.
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Este año conocí el proyecto de una bloguera honesta y neozelandesa, Julie Bhosale (alma mater del proyecto My Real Postpartum body) que posaba con su tripa fláccida, sus cicatrices, sus redondeces y sus estrías con tal sinceridad y desnudez que resultaba conmovedora (la sonrisa de Julie, con todo, es tal, que uno creo que se fija primero en ella). Me encantó ojear su blog y cotillear sus fotos, tan bellas después de todo.



Yo no voy a enseñar mis lorzas, que las tengo para dar y tomar. No voy a mostrar mi nueva celulitis (en el último embarazo he recolectado piel de naranja y me llega hasta la rodilla, la muy asquerosa), ni mi nuevo michelín de fin de espalda (¿qué leches es eso? ¿de dónde viene?¿Quién le ha invitado a mi cuerpo?), ni esas rosquillas que me han nacido en torno al ombligo y aledaños y que mi gamberra prole utiliza irremisiblemente para hacer sonoras pedorretas.

A mí los embarazos (aunque me hayan perdonado el regalito de las estrías, que en eso he tenido suerte y aunque no haya vivido ninguna cesárea) me han dejado un cuerpo como más de maruja, un par de kilos de más (o 4 o 5) y, sobre todo, una tripa que parece que 5 o 6 meses de preñez, según me obstine en respirar o pueda pasar un rato en apnea...

No en vano con los mellis me coloqué, aún habiéndome pasado media preñez a dieta, 21 kilos encima (Ole yo! Cierto es que, según salía del hospital había perdido 19) y con Marti, que, la verdad, me relajé un poco de más con los bollicaos, sumé a la báscula 17 (de los cuales solo 7 quedaron en la clínica esta vez... Pardiez)

Sin haber sido jamás de los jamases lo que se dice un pibonazo (que yo tripa he tenido siempre, vamos a ser honestos) no es que este nuevo tipo señorona me entusiasme. No es que, así cuando me da el venazo, no intente domar o modelar mis lorzas, lo que se dejen, a golpe de manzanas de merienda (en lugar de pandoros) y de paseos cuesta arriba a paso ligero. Hasta conseguí ir a una clase de prueba de zumba en un impulso preprimaveral con miras a los días de bikini y piscineo.

No es que no me jorobe infinitamente cuando me dan la enésima enhorabuena por mi cuarto (irreal) estado de buena esperanza y no me cague en silencio en los muertos del metepatas. Hasta estoy considerando hacerme una camiseta con el hashtag que una amiga se colocaba en una pose instagramera poco favorecedora #notpregnant.. aunque aquí tampoco es que hablen mucho en inglés, la verdad....

Preferiría estar maciza y cañona, las cosas como son, y alguna vez me ronda el fantasma tontorrón de que mis hijos se merecen un bellezón de madre, juvenil, deportiva, esbelta y torneada... una madre guapísima, que no soy yo... y luego pienso que eso son, en el fondo, gilipolleces, tonterías. Al menos sé hacer dibujos con tiza en la acera.

Además que me confieso incapaz de hacer lo que viene siendo una dieta, entre la ansiedad de multimadre, las neuras de mi nueva vida aquí, y un contexto dominado por el hidrato en un país en que cuando no es la estación del Pandoro es la de los dulces de Pascua (qué buenas unas torrijas, quién las pillara)

De manera que mi objetivo de año nuevo de perder cinco kilos y limar mi panzón antes de Semana Santa me da que no voy a lograrlo... La báscula me devuelve con insistencia la cifra de 64-63 kilos y mi perfil no mejora grandemente, sin que pueda ni tenga derecho a sorprenderme, porque tengo poca voluntad para privarme de caprichos.

Así que igual haría bien en ir queriéndome tal cual soy, como Julie, la del blog neozelandés... y visto que no puedo estrechar cintura, ir pensando en ensanchar sonrisa... aunque solo sea para distraer la atención..


PD: Cualquier idea de dieta estupenda y de poco sufrir es bienvenida.


Comentarios

  1. Ay Ana pero como te entiendo!!! Suscribo cada una de tus palabras y me veo en ti, creo que todas nos vemos reflejadas en ti...mi cintura ya ha desaparecido entre infinitas lorzas..hemos cambiado formas por niños...un cambio maravilloso pero me uno al Club de las anti madres divinas!!

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    1. Seguro que estamos estupendas en algún sentido, y es cuestión de vernos desde el ángulo justo

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