Preñadas por el metro...

Supongo que alguna embarazada suertuda puede librarse del transporte público durante sus nueve meses de gestación pero yo, que soy de la plebe y además no tengo carnet de conducir (vergoña!), ni bici siquiera (que se la presté 'sine die' a mi hermano), me veo abocada a la EMT.

Debo reconocer que he sido, desde el principio de mi preñez, hípersuertuda en lo que al metro/autobús se refiere. En el 85-90 % de los casos, algún alma amable me ha cedido su asiento (Y digo desde el principio porque los mareos que me pegaba en el primer trimestre, aunque no se me notase panza todavía, me forzaban a implorar un asiento so pena de pota inmediata, vahído, desmayo inminente y yo qué sé cuántas cosas más, todas antiestéticas y desagradables)

Viva la EMT

Pero también he podido comprobar que a según qué horas, en según qué días y con según qué personajes y circunstancias eso del derecho a ir más o menos cómoda, el respetar la pegatinilla azul de 'asiento reservado' puede ser algo que no debes dar por descontado así lleves en la panza 9 o 10 kilos extra (más o menos mi sobrecarga actual, con casi 4 de mellis, más placentas, líquidos amnióticos, útero en expansión, sangre nueva...una pasada de peso a estas alturas, que parezco un trolebús, vaya).

Mi experiencia me dice que si hay una tipología particularmente proclive a ceder el asiento son las mujeres entre 30-50 años, hembras que han pasado por ese camino que tú ahora transitas, féminas valerosas que conocen tu dolor de costillas, que se han visto con los pies como morcillicas de Burgos y que han sufrido los meneos de algún conductor con afanes de Fernando Alonso. A veces son mujeres mayores y te da corte infinito levantarlas de su sitio para afincar tus posaderas... depende de tu dolor de todo... yo intento resistir y hasta meter tripa...

algunos aducen que tienen más derechos de asiento los iconos más a la izquierda (?)
Luego están las jovencitas bondadosas, independientemente de su estilismo y su look, son chavalas que ves preocupadas por los demás, buena gente, quizás incluso cantan en el coro de su insti o lo mismo tienen un laboratorio para cortar metanfetaminas como Walter, el de Breaking Bad, ¿qué más da? El caso es que apiadan de ti y tú se lo agradeces en el alma. El máximo de amor viene cuando obligan a su novio/churri/rollete a que se levante. Enternecedor.

El abuelito caballeroso, gentleman de antaño es otro especimen que siempre, siempre, siempre, siempre, os cederá su asiento. El es un señor, ¡no lo que se prodiga ahora! Y si ve a una damisela en apuros con un diámetro de barriga equiparable a su altura en cm... pues no puede quedarse sentado. Tú le miras con arrobo.

Y luego están los malos de la peli. A veces alguno de los personajes anteriores intercederá por ti para vencerles, le afeará la conducta a un adolescente espinillizado o a un chuloplaya en la treintena para que se avergüence y te ceda asiento... pero otras veces la batalla es dura y la misericordia, escasa... y sucede sobre todo en una situación en concreto y ante mi supervillano de metro más odiado.

La Situación: Avda de América, Madrid. 8.15 de la mañana: Ahhh, si en otras circunstancias todo era solidaridad preñil ahora es la guerra. Tú vas lenta, te cuesta maniobrar, eres un ejemplar débil en la jungla de asfalto y el deporte oficial es "mángale el sitio a la preñi". No importa que hayas visto cinco asientos vacíos en tu vagón desde el andén, hay, sin duda más de cinco personas más rápidas que tú entre las 25 (0 25.000) que se acumulan a las puertas del metro. Tú driblas peor. ¡Preñada la última!

El súpervillano: Es el personaje que más rabia me da, realmente me pone de mala leche y es el 'trajeado de la blackberry' (existe la variante iPhone y tablet). Él tiene que trabajar, y tiene que trabajar sentado y le importa un carajo lo que se cueza a su alrededor (ancianitas temblorosas, accidentados, multimamás, preñadas a punto de parto) porque él tiene que ir con su culo bien pegado al asiento, comprobando mails y desbrozando agenda... a golpe de teclado. Y ya le puedes zarandear si quieres pedirle que se levante, porque está abducido en su curro, tan imporante, y suerte que no te gruña... Arg, es repugnante del todo.

¿Cómo se os da a vosotras el metro? ¿Habéis tenido esos incómodos momentos en que carraspeáis durante horas delante de un impresentable ofreciendo vuestro rotundo perfil? ¿Han intercedido por vuestras costillas o en vista de vuestros edemas tobilleros?


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