Los nombres...

No sabía por qué me estaba costando tanto decidirme. Argumentaba, creo que no con toda la justicia del mundo, que era en gran medida culpa de mi marido, que le había dejado decidir a él ya que se perdía la magia del embarazo en primera persona, y él no terminaba de elegir ninguno con total certeza (esto es cierto, en cualquier caso. Además no sé por qué mantiene un suspense absurdo con los nombres, que no me deja comentárselos a mi familia).

Con todo, sabía que un golpe de mano por mi parte y, con esfuerzo, lo mismo podían llamarse, más o menos, como me empeñase en hacerlo yo... pero tampoco había forma de terminar de decidirme.

El brainstorming tripero quizás hubiera sido una buena táctica...
Y por cierto que Ava es un muy muy bonito nombre...

Tampoco terminaba de enamorarme loca y absolutamente con ninguna de las propuestas (algunas un poco dictatoriales) de mi señor cónyuge.



No sabía por qué esa reticencia. A él le pasaba -y le pasa- un poco lo mismo porque cualquier propuesta mía le parece mal, o desechable.

Mi padre dio un poco la tabarra para que le pusiéramos al benjamín su nombre, Francisco, Francesco. Y yo -consciente de que mi padre jamás pide nada- insistí una buena temporada para satisfacer uno de los pocos deseos que recuerdo de mi progenitor. Pero mi amore no daba su brazo a torcer así le pegase patadas en las costillas, o le implorase en mi vena altamente hormonada o hasta soltase algún pucherillo. Si había que llamarse como un abuelo, argumentaba M*, debía ser como su padre, Umberto. Pero, joé, Umberto es un horror de nombre, espantoso a más no poder. Umberto no es un nombre del siglo XXI y desde luego no es un nombre para mi prole. Con miras apaciguadoras sugerí una solución de compromiso que me parecía muy digna, Francesco y Berta. Pero mi maridito es cabezón...

En realidad, no queríamos nombres repetidos. Intentábamos encontrar algunos que italianos y españoles fueran capaces de pronunciar con dignidad y sin cosas raras (eso descartó, para mi marido, todos los nombres que comienzan por J, ya que los italianos son así de tontuelos y no la saben pronunciar)

Y aquí estamos, en semana 35 y sin nombres del todo definitivos para el Príncipe y la Princesa Garbanzo. Y esta tarde, mientras paseaba y me comía una maravillosa palmera de chocolate (la dieta ya me la salto con una alegría que me da que me voy a poner como un ballenato), me dio por pensar por qué. Por qué tantas dudas y tantos desvelos a costa de un par de nombres.

Y, en una iluminación, lo he visto claro. No hay ningún nombre en el mundo suficientemente bueno, mágico y especial para mis niños, no existe aún, ellos son demasiado importantes para mí, por eso no encuentro nada que esté a su altura, habría que inventarlo, crearlo de la nada como el lenguaje en que hablan los amantes de Rayuela, algo inusitado y especial... No existe nombre que pueda definirlos.

Por eso tendré que llamarlos con un millón de apodos diferentes, cariñosos, nuestros... que por supuesto no voy a compartir aquí.

Y de cara al resto del mundo, pues les pondremos los mejores nombres que encontremos, que no serán tan bonitos como mis bebés, porque eso es imposible, pero que intentarán condensar todo el amor que por ellos sentimos (y, si no les gustan, pues no les confesaremos que llevamos meses y meses y meses y meses pensándolos. Diremos que fuimos al Registro Civil en estado de embriaguez y les pusimos los que nos sugirió el diligente funcionario. De hecho mi marido bromea y dice que no me confíe que, lo mismo en un rapto final, terminan siendo Romina y Albano. Felicitá!)

Comentarios

  1. Qué bonito Ana, claro que sí, tus bebés son los más especiales del mundo y no existen unos nombres suficientemente buenos para ellos. Me ha encantado leerlo.
    No te agobies, que sin nombre no se van a quedar. Tú para ablandar al papi, en el parto cuando estés en plena contracción le agarras bien fuerte la mano y le dices "¿entonces cómo decías que se iban a llamar Príncipe y Princesa garbanzo?"
    Y mirándolo por el lado positivo, mejor que no tengáis nombres y así no hay tentación de decirlo a nadie... Porque nosotros lo decidimos muy pronto y toooooooooodo el mundo (daba igual que fueran familiares, amigos, o completos desconocidos) tenía algo que decir o que opinar. Es más, a uno de los niños no le pusimos el nombre que teníamos pensado porque donde vivimos no es conocido (es de mi tierra) y todo el mundo decía que era horrible y que sonaba a niña. Tanto que el papá se acabó rayando y le buscamos otro nombre. Si tengo otro hijo, a Dios pongo por testigo que nadie sabrá su nombre hasta que nazca!
    Un abrazo
    Ana

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. bufff, nosotros hemos comentado alguna alternativa y es verdad, la mayoría de la gente tiene q peer en botija y opinar, Sin embargo, en el 90% de casos esas opiniones te importan un pimiento. Son ruido solo. Qué rollo que os hicieran cambiar el nombre que habíais elegido! hay que fastidiarse!! en fin, seguro q vuestros peques tienen nombres estupendos. un besazo y gracias por tu mensajito

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares